FÁBULAS DE ESOPO

EL VIENTO Y EL SOL

El viento y el sol discutían en cierta oportunidad cuál de ellos era el más poderoso y, al ver pasar a un caminante propuso el viento una apuesta: el que lo despojara de sus ropas sería el ganador. Aceptó el sol la puesta y cedió al viento el primer turno.
Comenzó el viento soplando con fuerza, pero el hombre se abotonó mejor sus vestidos para protegerse del frío, sopló entonces con todas sus fuerzas, produciéndose vientos huracanados, pero el hombre se abrigó cada vez más y se puso encima un sobretodo para protegerse mejor.
Fracasados los intentos del viento, le tocó el turno al sol. Este comenzó brillando suavemente y el hombre se quitó el abrigo; arreció entonces el sol y sus cálidos rayos obligaron al hombre a despojarse de su saco y luego también de su camisa, con lo que el sol fue declarado vencedor.

Moraleja: La sagacidad y las buenas maneras rinden, muchas veces, mejores frutos que la fuerza bruta.


EL LOBO Y EL MURCIÉLAGO
En la oscuridad de la noche, un murciélago distraído fue a posarse sobre la cabeza de un lobo que dormía plácidamente. El lobo se despertó sobresaltado y cogiendo al murciélago se disponía a comérselo, cuando éste le rogó que lo soltara pues no había querido hacerle daño.
Te soltaré, le dijo el lobo, si me explicas por qué los murciélagos están siempre alegres, mientras que yo, y según me parece todos los demás lobos, estamos siempre molestos y de mal humor.
Es muy simple, le replicó el murciélago y te lo diré con gusto si me sueltas, porque así, entre tus garras, estoy muy asustado.
El lobo le soltó y entonces el murciélago le explicó: Tu mal humor se debe a que eres malo y cruel y siempre estás buscando hacer daño; en cambio nosotros no hacemos mal a nadie y por eso vivimos contentos y alegres, ya que tenemos la conciencia tranquila.

Moraleja: De nosotros dependerá que vivamos alegres o fastidiados.


LA CABRA Y EL ASNO


Un granjero criaba al mismo tiempo a un asno y a una cabra. Como quiera que el asno debía trabajar todo el día, cargando bultos y moviendo la noria, su amo le daba de comer muy bien y esto causaba la envidia de la cabra cuya única labor era producir un poco de leche cada día.
Un día, la cabra envidiosa, aparentando que quería darle un buen consejo, le dijo al asno: He observado que entre mover la noria y llevar cargas sobre el lomo, tu vida es un tormento ¿Por qué no simulas un ataque repentino y te dejas caer en un foso?... Así nuestro amo te dejará descansar unos días.
El ingenuo asno siguió los consejos de su mala amiga, pero al caer en el foso se dio tal porrazo que quedó con los huesos molidos. El amo entonces, llamó al veterinario para que lo curase.
El médico, una vez examinado el orejudo paciente, le recetó muy serio que tomara, durante una semana, caldo de carne de cabra, lo que lo dejaría como nuevo. Esa misma noche el granjero sacrificó a su cabra para salvar a su querido burrito.

Moraleja: No debemos hacer el mal a los demás, sino tratarlos como quisiéramos que nos traten a nosotros mismos.


LAS RANAS SEDIENTAS


Al secarse el agua por el fuerte calor del verano, dos ranas que vivían en una laguna tuvieron que marcharse, saltando de aquí para allá, en busca del agua que calmara su sed.
Después de mucho saltar, llegaron finalmente a un pozo y subiéndose al brocal vieron que todavía tenía agua fresca, de modo que una de las ranas sedientas dijo entusiasmada a la otra: ¡Saltemos al agua! ¿Qué esperamos para darnos un buen baño? Pero la otra, más cauta, advirtiendo que su amiga no había pensado en el peligro le respondió: ¡Espera, no saltes! ¿No ves que con el calor el agua se irá secando y cuando estemos en el fondo del pozo no podremos salir?.

Moraleja: No debemos precipitarnos a actuar, sin previamente haber pensado en las consecuencias que podrían tener nuestros actos. 


EL APICULTOR Y LAS ABEJAS


Un ladrón entró en el huerto de un apicultor, en ausencia de éste, y le robó la miel de los panales. Poco más tarde, cuando el apicultor estuvo de regreso, descubrió que le habían robado su miel.
Estaba inspeccionando las colmenas en busca de huellas de los ladrones, cuando regresaron las abejas que venían del campo y al verlo con los panales en la mano lo atacaron sin misericordia, clavándole sus aguijones y dejándolo muy maltrecho.
¡Ingratas, mal agradecidas! - les inscrepó el apicultor.
Me atacan a mí que las cuido continuamente y en cambio dejan ir tranquilamente al ladrón que les robó la miel.

Moraleja: Cuando nos hagan algún mal, debemos analizar el caso y pensar bien, antes de acusar a alguien como culpable del daño.


EL CERDO Y LOS CARNEROS


Un cerdo vivía junto con un rebaño de carneros y estaba muy gordo porque él comía de todo mientras que los carneros sólo comían hierbas.
Una mañana llegó el dueño del rebaño y cogió al cerdo para llevárselo, por lo que éste comenzó a chillar desesperadamente.
Tanto fue el escándalo que armó el marrano con sus gritos y forcejeos, que los carneros lo increparon diciéndole: ¿Por qué gritas tanto? A nosotros también nos agarran muchas veces y nosotros no gritamos por eso.
¡Qué gracia! - contestó - A ustedes los cogen cuando quieren su lana, pero a mí me llevan porque quieren mi carne.

Moraleja: Antes de juzgar el comportamiento de los demás, debemos conocer los motivos que han tenido para actuar así.


LOS DOS AMIGOS Y EL OSO


Estaban dos amigos paseando por el campo y uno de ellos vio venir un enorme oso; de inmediato y sin alertar del peligro a su compañero, corrió hacia un árbol y se trepó en él, mientras que el otro, cuando se percató de la cercanía del animal, no tuvo otro recurso que tenderse en el suelo, sin respirar, haciéndose el muerto.
Cuando llegó el oso, volvió y revolvió al que estaba tendido en el suelo, olfateándolo por largo rato en la boca y los oídos y, pensando que estaba muerto, lo dejó y se fue para la montaña.
Una vez que se hubo ido el oso, bajó el que estaba en el árbol y preguntó a su compañero: Cuéntame, ¿Qué te dijo el oso? Porque vi que te habló mucho rato al oído. A lo que el amigo le respondió: Ciertamente me ha dado un buen consejo, y es, que no me junte con amigos como tú.

Moraleja: No se debe estimar al amigo que no sabe serlo cuando la ocasión lo exige.

Fuente: Fábulas de Esopo

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Muchas gracias.


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