EL MITO DE PACHAMAMA Y PACHACAMAC
En los orígenes de los tiempos, se produjo una gran rivalidad entre dos dioses hermanos, Pachacamac (dios del cielo) y Wakon (dios del fuego y del mal), por el amor de una encantadora joven llamada Pachamama (diosa de la tierra). Ella eligió por esposo a Pachacamac, pero ello generó la rebeldía de Wakon, quien tuvo que ser expulsado del reino celestial por designio de todos los dioses.
Sin embargo, Wakon, lleno de ira, ocasionó sequías, inundaciones, hambre y muerte en la tierra. Conmovido por el efecto devastador de la furiosa descarga de cólera y odio de su hermano, Pachacamac descendió del cielo y venció a Wakon en una feroz contienda, restableciendo el orden. Entonces, como seres mortales, Pachacamac y Pachamama reinaron en la tierra, mientras el rendido Wakon fue desterrado y condenado a vivir en la sombra, en cuevas de las montañas más lejanas, con la advertencia de no regresar jamás.
Durante la época de florecimiento que sobrevino, la pareja divina tuvo gemelos, varón y mujer, llamados Wilkas; pero la felicidad se cortó abruptamente cuando Pachacamac cae al mar de Lurín y muere, quedando convertido en una isla. En ese mismo instante, las tinieblas cubrieron todo.
A pesar de la tristeza y la oscuridad, Pachamama y sus niños no desfallecieron. Caminaron sin rumbo en la noche interminable, teniendo que esconderse a menudo de enormes monstruos; para luego continuar su marcha errante.
Cuando se hallaban por las tierras de Canta, vieron un pequeño resplandor de fuego en las alturas y no dudaron en ir hacia este, ignorando que aquel resplandor provenía de la cueva Waconpahuin. Al llegar, cuentan sus penurias y reciben la ayuda de un desconocido Wakon. Mientras en el fuego hervían unas papas en una olla, dirigiéndose a los niños, Wakon pidió fuesen a una fuente a traer agua, pero el cántaro que les dio estaba rajado para que tardasen en regresar. Durante la ausencia de los gemelos, Wakon intentó seducir a la bella madre y, al no lograrlo, la mató y devoró su cuerpo; no obstante, el espíritu de Pachamama se alejó para convertirse en una imponente cordillera, a la que posteriormente se le denominó Cordillera La Viuda (nombre con el que se le conoce hasta la fecha).
Al retornar, los gemelos preguntaron por su madre y Wakon les dijo que no tardaría en volver, pero el tiempo transcurría sin que apareciera. Ante el sufrimiento de los niños, Huaychau, ave que anuncia la salida del sol, se compadeció y les contó la suerte de Pachamama y el peligro que corrían de continuar con Wakon. Entonces, les aconsejó atar a Wakon de los cabellos a una gran piedra mientras estuviese durmiendo y luego, escapar rápidamente; hecho que cumplieron los gemelos.
Los hermanitos huyeron, corrieron sin parar, temiendo a la muerte. En el trayecto, diversos animales ofrecieron distraer al malvado persecutor; así avanzaron y avanzaron, demostrando valor. Muy cansados ya, se toparon con la zorra Añas, que les preguntó hacia donde corrían y al enterarse de su tragedia les escondió en su madriguera.
No muy distante, un furioso Wakon, después de desatarse de la piedra, partió en busca de los gemelos. Por el camino le preguntó al jaguar, al cóndor y a la serpiente, pero no supieron decirle donde se hallaban los niños. Luego se cruzó con Añas, que astutamente le aconsejó subir a un empinado cerro y desde allí cantar imitando la voz de la madre para que los pequeños fuesen a su encuentro. Apresurado se marchó Wakon, emprendiendo una rauda carrera hacia la cima; sin embargo, faltando muy poco para llegar, pisó una piedra aflojada adrede por los animales y cayó al abismo.
Los Wilkas se salvaron, pero quedaron en la orfandad, sólo tenían a Añas que hacía lo posible para que no murieran de hambre; vivían tristes, sin tener siquiera alguna esperanza de que su suerte cambiase.
En otro momento, cuando los hermanitos se hallaban en el campo recogiendo papas, encontraron una planta de oca en forma de muñeca y al jugar con ella se partió en pedazos. Lloraron los niños por la pérdida del juguete y por fin se quedaron dormidos. Al despertar la niña contó su sueño a su hermano y de cómo ella lanzaba su sombrero al aire y allí quedaba, y lo mismo sucedía con su ropa. Mientras los niños se preguntaban por el significado, vieron bajar del cielo dos sogas doradas. Sorprendidos, consultaron entre ellos y decidieron trepar por la cuerda y ver donde les conducía.
Subieron y subieron y llegaron al cielo donde vieron a su amoroso padre Pachacamac, quién los premió dándoles un lugar privilegiado en su reino. El niño fue convertido en el Sol y la niña, en la Luna. Así terminó la época de oscuridad total en la tierra, dando paso al día y la noche.
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La cosmovisión andina nos brinda este cautivante mito que habla sobre la existencia del cielo y la tierra, del bien y el mal; y, del origen del día y la noche como simbolismo de equilibrio entre la luz y la oscuridad, el entendimiento y la desavenencia, la aceptación y la negación.
En el relato también se menciona la participación defensora de los animales; pudiéndose interpretar de ello, que ante situaciones impactantes no todo es penuria y desazón, pues existe fortaleza en el propio interior, así como la presencia de seres nobles con la capacidad de apoyar a su prójimo o entre sí, solo hay que saber buscar ayuda.
Finalmente, en el mito se hace referencia a la transformación de los padres en parte de la tierra, lo que refleja la indiscutible interconexión del ser humano con su ecosistema.
Muchas gracias.
EPA / Viesantore
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